Siguiendo las rutas humanas del trigo, llegó hasta nosotros desde las estepas de Asia central, el ratón casero. Llegó hace unos pocos miles de años para quedarse, para vivir como comensal en nuestra casa.
Se acostumbró a la presencia humana, hasta tal punto que, siendo frecuente en aldeas y pueblos, llega a desaparecer cuando estos lugares se deshabitan.
El (Mus domesticus) es el segundo mamífero más numeroso después del Homo Sapiens, come prácticamente de todo, desde cereales hasta insectos, frutos secos, queso, etc... es de actividad crepuscular y nocturna, durante el día permanece en su escondite. Tiene buen olfato y buen oído, puede correr con rapidez además de trepar, saltar y nadar bien.
El ratón domestico vive en grupos familiares, con un macho dominante, varias hembras adultas y crías de todas las edades. El territorio de la familia es marcado con orina, y cada una tiene su propio olor. Se reproducen durante todo el año (hasta 8 partos) y cuando sobrepasa una determinada densidad de población, la reproducción puede verse frenada por la esterilidad transitoria de las hembras jóvenes.
Por su pequeño tamaño no suele dejar huellas, pero podemos encontrar rastros como los excrementos, alargados y cilíndricos, o los daños que ocasionan en el papel, madera o en restos de comida. Tiene la costumbre de probar de muchos alimentos sin terminar de comérselos.
Entre sus enemigos naturales se encuentran los gatos, las ratas, las lechuzas y los mochuelos.